domingo, 23 de diciembre de 2012

¡NOS HA TOCADO! Objetivo 101 Ronda.


Ni un solo euro. Ni un miserable reintegro. Nada de nada. Un año más, seguiremos pagando la hipoteca y haciendo más números si cabe debido a los últimos recortes de mis adorados políticos. Sin embargo, siento una felicidad desbordante, porque la mañana del sábado 22 de diciembre de 2012 había otro sorteo en liza: obtener plaza para correr el 101 de Ronda. ¡Y lo logramos!  Fuimos afortunados gracias a la perseverancia y tozudez de Txomin –que estuvo literalmente a 4 manos, con el iPad y el portátil-, finalmente a las 10:50 mi código entró en el sistema de la página web del 101 de Ronda, completando así las inscripciones válidas de Antonio y el propio Txomin.

Vista la complicación del asunto, y el enorme número  de participantes que lo intentan cada año con resultado infructuoso, teníamos motivos de sobra para estar contentos. Mientras nuestro compañero nos inscribía a la prueba, Antonio y yo hacíamos una bonita ruta de 18 kms por el Llano de la Perdiz y alrededores. Sabíamos que a las 10 se abría el plazo y que cabía la posibilidad de quedar fuera, pero había que correr, sí o sí. Mientras caían los kms, Txomin nos iba informando de los progresos. ¡Qué mañana!  Vislumbrábamos ya los puentes de piedra cuando se confirmó la realidad: estábamos inscritos para correr el 101 de Ronda. Sentí algo muy profundo, difícil de etiquetar con un calificativo superficial. Choqué las manos con Antonio y nuestras mentes empezaron a trabajar a ritmo frenético: qué zapatillas llevaremos, qué planificación haremos, ¿haremos unas camisetas conmemorativas?, qué elementos serían imprescindibles en nuestro “neceser”…

Sé que el horizonte ha cambiado. Sé que fijar este objetivo modifican los 5 meses venideros, que van a exigirme horas de dedicación, trabajo mental y motivación a raudales. No nos va a faltar. Estamos seguros.  Ya mismo estamos haciendo tiradas de 7 ú 8 horas, alternando correr con caminar, aprendiendo a comer en carrera, a conocer qué nos va bien y qué no, a curarnos ampollas en el momento, a mirar hacia delante cuando la mirada sólo quiera ver el suelo, a entendernos. Como deberes, aparte del lógico duro entrenamiento físico, me he planteado unas cuantas lecturas ultrafondistas motivadoras y dejar ciertos hábitos contraproducentes. Trabajaré concienzudamente el cuerpo y la mente.
Las pistas de atletismo de Atarfe el pasado miércoles.

Los cortafuegos.
Pero para eso quedan 5 meses. Para llegar bien a la cita del año, disfrutaremos de trails, medias maratones, diezmiles y cuanto se tercie atractivo y asumible para nuestro calendario. Seguiremos siendo fieles a nuestra cita semanal con las pistas, seguiremos pedaleando –como hoy, magnífica y dura ruta por el Llano camino de Quéntar-, seguiremos pateando la Silleta del Padul –ver imágenes del pasado domingo- la Loma de Dílar, Cumbres Verdes, la Sierra de Huétor… Tenemos un paraíso al alcance de nuestra mano. Sólo mirar alrededor y descubres el DEPORTE con mayúsculas.

Libertad, sensaciones a flor de piel.
Cientouneros ascendiendo.
La Ermita Vieja de Dílar.




¡Felices fiestas a todos! *Yo celebraré la mañanabuena corriendo, como no podría ser de otra forma.

domingo, 2 de diciembre de 2012

De vuelta al Cerro Huenes


      No se puede decir que hoy haya sufrido como un perro, porque Willy –el Retriever de Víctor- ha disfrutado de lo lindo. El lugar de tan encontradas sensaciones ha sido el mismo que me mortificó meses atrás: el Cerro Huenes.
¡Describe esto!




Into the White
       Sí, he vuelto a la montaña. He incumplido mi intención de no practicar trail hasta enero, pero es que sabiendo de antemano los planes e intenciones de mis compañeros, viendo el frío reinante y la blancura del Trevenque, ¡cualquiera se queda en casa!  Siendo sincero, hoy no he disfrutado casi nada, si bien mi primer objetivo está de sobra cumplido, y es que no ha habido molestias en mi rodilla derecha. A decir verdad, hoy no he sentido ni miedo a recaer porque cuando vas atrancado, con las piernas como bloques de cemento y la caja renqueante sólo te queda mirar hacia abajo y esperar que el calvario cese.  He sufrido mucho.
Dolph, Txomin, Antonio, Víctor, Onio, Willy
Los antecedentes sucedieron la tarde del viernes,  cuando a Antonio, Onio y a mí se nos ocurrió hacer nuestra “Ruta de los Miradores”, recorrido urbano de belleza y dureza sin parangón, que abarca muchos puntos emblemáticos de nuestra capital nazarí. Si ya es dura de por sí, a Onio se le ocurrió incluir una variante sorpresa que consistió en una infernal cuesta en la que casi tuvimos que ponernos a cuatro patas. Después vendría el Chapiz, el Albayzín, Gomérez, etc. Acabé cansado. Cansado con todos los matices que tiene esa palabra. Además, con las defensas bajas, tembloroso y con unas molestias en el estómago que me tuvieron todo el sábado pegado a la porcelana. Y con la garganta tocada. Y con una puñalada en el gemelo derecho.
El Puente de los 7 Ojos

      Pero hoy había que estar ahí, claro que sí. Ahí nos hemos congregado un buen grupo de chalados a las 8 de la mañana, con una temperatura de -2.5ºC.  Desde el primer momento he sabido que no iba bien. Me he colocado en la retaguardia, con el móvil presto para tomar instantáneas de la ruta, pero había un problema: delante llevaba a 5 tipos y un perro con ganas de fiesta. Transcurría el sendero, sorteábamos piedras, seguíamos ascendiendo a buen ritmo y definitivamente no me llegaba ese momento en que parece que te desatrancas, cuando de repente sientes el ritmo en tu cuerpo y tus piernas te piden rock and roll. Nada, me he quedado al final del grupo viendo cómo Willy danzaba alegremente a nuestro alrededor y Dolph y Txomin hacían alarde de su tiránica hegemonía,  Onio con una ligereza pasmosa, y Víctor y Antonio subiendo constantes y seguros. No había manera. Hoy no era día para machadas. Y bien sabemos que no me gusta quedarme el último.

      Después llegó la bajada, con algunos tramos casi verticales, donde a Lundgren ni se le ve. Simplemente cuando el sendero pica hacia abajo, él desaparece de tu horizonte. Yo he puesto mi ritmo, sabedor de que no soy precisamente hábil bajando, teniendo cuidado con los apoyos. El sendero es sublime, con hielo que se insinúa por momentos, nieve que amortiguaba nuestras pisadas, piedras y raíces obstaculizando nuestro paso, giros revirados de 180º, piedras sueltas… Un auténtico trazado para amantes del trail.

       El tercer tiempo, como suele ser habitual: unos huyendo a todo trapo y los más hedonistas,  metiéndonos tres cervezas con sus correspondientes tapas, como tiene que ser. A pesar de todo, una mañana extraordinaria, y es que 16 kms de montaña te dejan un buen regusto, independientemente de cómo te hayas encontrado.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Tartán: Infierno y Cielo


     Empiezo a sentirme vivo como hacía ya mucho tiempo. Otra vez se han amplificado mis sentidos, las sensaciones son más vívidas y los colores – a pesar de este gris lánguido que nos invade- se han intensificado.  De nuevo he recuperado un rumbo que parecía abocado a la inevitable colisión. Me he sacudido el soporífero letargo que me invadía y me he echado a la calle a vivir. A ser yo.
Sé que las molestias no han desaparecido al 100%. Sé que debo ser prudente y no hacer cafradas que me condenen de nuevo a la lesión, y que no estoy tan en forma como debería a estas alturas de año: noviembre es mi mes por excelencia. Invariablemente, todos los años alcanzo mi pico de forma óptimo a finales de noviembre. Sé que me he perdido carreras de todo tipo, que me voy a perder otras tantas, que el dorsal tendrá que esperar, junto con toda esa amalgama de sensaciones que transmite colocarse bajo el arco de salida, esperando el pistoletazo. Seré perseverante y mantendré firme mis dos propósitos por ahora: no competir y no correr por montaña.


       ¡Pero he recuperado tanto! En apenas un mes he vuelto a introducirme en la espiral vital que sólo se siente cuando uno está entrenando duro. Casi sin proponérnoslo, hemos vuelto a crear una ilusión colectiva en torno a un grupo con una motivación exultante.  Ahora soy yo y mis compañeros de fatigas.  Ya planificamos, debatimos de entrenamientos y zapatillas, de ritmos, de futuras pruebas, ya soñamos.
 He oído a gente decir que machacarse sin ningún objetivo a la vista es absurdo, que basta con trotar para mantener el tono aeróbico. Yo no concibo eso. Yo necesito sentir el veneno circulando por mis piernas, sentir el pecho vacío y la euforia danzando a tu alrededor tras un duro entreno. Es casi inexplicable, pero me atrevería a decir que el entrenamiento que más me gusta es el de series. Cuando uno se levanta a las 6 de la mañana sabiendo que ese día va a hacer series con sus compañeros, todo adquiere un sentido y una relevancia especial. El día está especialmente moldeado y adaptado para tu hora y media de tortura, desde tu jornada laboral hasta tu alimentación, pasando por tus relaciones personales. Todo es trivial, porque ese día vas a hacer series.  Una sesión de pista tiene tres fases:

a) PREVIO: conduces con Soilwork a buen volumen, juegas con los pedales del coche como si tocases el doble bombo, rascas el volante simulando un punteo imposible… Vas motivado. Aparcas, bajas del coche, recoges tu mochila, miras la pista. Sus potentes focos intensifican el rojo del tartán. Empiezas a caminar hacia ella, adentrándote en el recinto. De repente, no te apetece correr, no quieres sufrir, te flojean las piernas… Todo ello se hace más intenso cuando te vas despojando de la ropa mientras intercambias soflamas e impresiones de resignación con tus compañeros, del tipo: “Bueno, venga, coño, a por ellas… Cabeza, cabeza, ¡y un par de huevos! Las series se hacen con cabeza y cojones”; “No tengo ganas de correr hoy… me duele todo, tengo ardor…” . Indudablemente,  es una fase dominada por el MIEDO.

b) TORTURA Y DISCIPLINA: Tras un trote lento y torpe que te hace ser consciente de que te duelen 
todos los músculos y vas mascullando “es imposible que en un rato me ponga a 3’40’’, un último trago de agua, ajuste de cronos y te ves en la calle número 1, con tus compañeros mirando fijamente sus muñecas. Una vez das la primera zancada, todo se acabó. La realidad pierde su sentido y otra dimensión te da la bienvenida. Ya estás dentro.  Son 3x2000 esta vez, 5 vueltas cada uno. Pasas el 400 en 1’27’’ y haces tus cábalas. Sólo está tu dolor y el de tus compañeros. En el segundo 2000 la zozobra te nubla y en la tercera vuelta te quieres rendir, pero no sabes de dónde sacas lo necesario para acabar. Cuando te resta una última repetición ya  empiezas a sentirte satisfecho. Sólo entonces tienes la certeza de que acabarás.

c) RECOMPENSA: La recompensa no llega cuando terminas. No. Llega cuando tienes las agallas de empezar la última serie, cuando sepultas tu ardor, tu debilidad de piernas y tu inseguridad. Todo queda atrás y sacas el demonio que llevas dentro para darlo todo. Aprietas los puños, abres la boca para recibir todo el aire que puedas, aunque no sabes si te entra. Caen los 400, los 800, los 1200, los 1600 metros… y en el último 400 te tiras a tumba abierta hacia un éxtasis que no estás dispuesto a dejar pasar. Lo buscas y lo logras. Llegas sin resuello, te agachas, amagas con vomitar…
Vuelves a casa con Soilwork de nuevo. Suena mejor que nunca. Me gustan más que nunca. El sonido te parece mejor producido que nunca. Mientras abandonas el recinto deportivo, echas una última mirada de soslayo por el retrovisor a la roja pista… El infierno y el cielo en una superficie de asfalto, caucho y plástico.

        Con un entrenamiento duro –ya sean series, intervals, ritmos controlados, tiradas largas, etc- no entrenas tu forma física: entrenas la disciplina, el valor, la tolerancia al dolor, el esfuerzo para lograr una recompensa, entrenas para la vida.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

PAPEO RUNNING





Por iniciativa del maratoniano canario Gonzalo Quintana en su blog www.sosakurunner.blogspot.com , y aunque sea un tema bastante manido ya, he decidido hablar de comer, porque sencillamente no correríamos si no comiéramos. ¿Comemos bien los corredores populares? ¿Comemos mucho? ¿Nos obsesiona la alimentación? ¿Disfrutamos comiendo? Bien, estos y otros interrogantes son fáciles de responder desde lo que yo, como corredor y observador de otros, he podido corroborar. Empíricamente, pero extraído de una muestra de pocos runners , el resultado muestra a las claras que:

  1. Nos encanta comer.
  2. No nos obsesiona el tipo de alimentos a ingerir.
  3. Nos encanta la cerveza y su correspondiente tapa.
  4. No decimos que no a las bebidas destiladas (eso sí, esporádicamente... hummm).
  5. Algunos fuman.

Bien, hablemos en primera persona del singular. Yo concibo la alimentación como un placer. Parto de esa premisa y por supuesto trato de adaptarla a mis períodos de entrenamiento y a la tiranía digital de la báscula. Procuro cuidarme, moverme dentro de unos parámetros razonables; compenso los excesos y procuro comer de todo.
Analizando todo lo anterior, podría hacer un resumen-modelo de mi patrón alimenticio en un período “normal” con ciertas variantes en tiempos de competición y entrenamiento razonablemente intenso:

DESAYUNO: Café cortado; tostada con mucho aceite de oliva. Fruta. Como variante, tostada con Nutella o miel; galletas. Tortitas de avena y arroz a media mañana. Suelo tomar 2-3 cafés al día.

ALMUERZO: Imprescindiblemente incluyo pasta, arroz, legumbres, verduras a tutiplén,yogur, fruta, pescado y muy poca carne. Soy poco de carne, y además sólo magra. Pan, mucho pan, me chifla el pan. Todo combinado y repartido sensatamente a lo largo de la semana. En día de series, pasta o arroz a mediodía.

MERIENDA: No suelo merendar como tal. Me limito a tomar algo de fruta o zumo natural. Miel.

CENA: Proteínas tras entrenamiento exigente: tortilla de atún, carne a la plancha. Verdura: brócoli, guisantes salteados. Embutido. Bocatas (pertenezco a la cultura del bocata para cenar) .Frutos secos. Siempre queso de cualquier tipo. Soy capaz de comer fruta y queso al mismo tiempo. ¿Os he dicho que me gusta el queso? Fruta o yogur.


ALIMENTOS ESPECÍFICOS PRE-COMPETITIVOS y SUPLEMENTOS:

  • Copos de avena tipo porridge con miel: un pelotazo de energía antes de las carreras (y un potente laxante, cuidado).
  • Levadura de cerveza en escamas.
  • Multivitamínicos.
  • Jalea Real.
  • Recuperador mezcla de carbohidratos, aminoácidos y proteínas.
  • Geles energéticos (competición o tirada larga) e Isotónicos.

Pero como todo en la vida del corredor no puede ser ideal, y mi alimentación está lejos de parecerse a un modelo espartano, he aquí algunos de mis vicios, a los que, dicho sea de paso, no pienso renunciar dado el inmenso placer que me producen:

-Patatas fritas, saladitos rellenos, aperitivos salados de cualquier tipo ( Triskis, Kaskis y todo lo que acabe en “kis”).
-Embutidos (lomo, salchichón, chorizo...)
  • Cerveza y vino (aunque no creo en absoluto que sea negativo)
  • Seagram's con tónica.Algún Lucky Strike que otro.


En fin, resulta obvio que consumo el carburante que necesita cualquier corredor más o menos competitivo para soportar la carga de entrenamientos y competición, al mismo tiempo que sobran algunos excesos que posiblemente -y sólo posiblemente- perjudiquen mi estado de forma. Como podéis observar, tengo la inmensa suerte de que no me gusten los dulces, pasteles, bollería y demás marranadas dulces. Soy un tipo salado, nada empalagoso.
De todo esto, puede extraerse una máxima: Si algo funciona, ¿para qué cambiarlo?

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Perspectivas (MM Granada 2012)


No es lo mismo. Ni de lejos. Debuté en la distancia de los 21kms 97metros en el año 2007. En realidad, fue mi tercera “carrera”. Antes me había puesto un dorsal en dos ocasiones de la inigualable San Antón, carrera bandera de mi tierra. Era una época en la que aún corría con la indumentaria de fútbol sala, con las zapatillas que tuviese en ese momento, que como dije en alguna ocasión, nunca superaban los 30 euros.  Para aquella media ya me introduje en el inevitable fetichismo que conlleva el mundillo del running. Estrené unas Adidas Supernova Cushion 6, pantalón y camiseta decentes. Aquello me pareció una experiencia maravillosa. No entendía de ritmos, de marcas. La hice para terminar y disfrutar. Y vaya que si disfruté. Estuve una semana pensando que ya me podía morir, que había corrido 21 kms y pico sin parar. El ambiente, la incertidumbre previa y la llegada al arco de meta quedarán para siempre en mi memoria.
3000 almas invadiendo Granada

Desde entonces, he corrido todas las ediciones de la Media Maratón de Granada, con suerte muy dispar. Todas, salvo ésta, la de 2012. Por razones obvias derivadas de mi lesión y de mi actual estado de forma, decliné inscribirme en una prueba que siempre, absolutamente siempre, es dura, traicionera y bella. Bellísima. Por ello decidí probar la experiencia de acudir con mi paraguas a cubrir la llegada de mis amigos a meta. Acudí al estadio donde está ubicada la meta con antelación –puntualidad, puntualidad-, y vi llegar al primer clasificado en 1h11’. Y al segundo, un minuto después. Y al tercero, al cuarto, al quinto… Así estuve, tratando de reconocerlos, preguntándome si aquel cuerpo tan poco ortodoxo que entró en 1h23’ era aquel tipo de mi pueblo, antiguo portero de fútbol sala, orondo, cervecero y dicharachero. ¿Sería él? Más tarde, atónito, corroboré mis sospechas: era él. ¡Q      ué cabrón! En fin, uno tras otro entraban, levantaban las manos, otros acababan frustrados… Vi a mi compañero Txomin entrar triunfal con 1h 25’, haciendo su mejor marca, a pesar de que él quería más. Ese es el camino, me gusta esa ambición. Así estuve una media hora, hasta que no pude soportarlo más.

La grada no es mi sitio. Yo tenía que estar allí abajo, pateando el tartán, sufriendo en esos últimos doscientos metros. ¿Qué hago yo aquí? Sentía una extraña indigestión, sequedad de boca y en general, una angustia incontrolable. Bajé hasta los avituallamientos, a saludar a los héroes, a charlar de la batalla. Y comprendí. Los vi excitados, nerviosos, moviéndose y hablando a viva voz sin parar, bebiendo sus merecidas cervezas –yo también me bebía la mía, claramente inmerecida-. Estaban eufóricos. Gritaban. Hasta los más frustrados por sus marcas parecían fuera de sí. Estaban endorfinados. Olí el sudor, mezclado con ungüentos variados, olí el olor de la fiesta del corredor popular. Entendí todo. Como observador externo, pude empatizar con los que suelen vernos desde fuera cuando corremos. Es otro universo. Es otra cosa.

De todo esto saqué dos claras conclusiones:
1 – Diferencié claramente dos carreras: la de los 10 primeros y la del resto. Desangelada la entrada de los primeros, sin apenas emoción  ni alegría, quizá motivado por la “mediocridad” de sus marcas. Apenas exhibieron felicidad, euforia o satisfacción alguna. Los otros reían, lloraban, levantaban los brazos, gritaban eufóricos, se abrazaban, saboreaban su gesta, su esfuerzo, valoraban esos míseros segundos que habían arañado al crono. El running popular.
2- Mucho me temo que será mi última media maratón como espectador. O corro o me quedo en la cama.

martes, 30 de octubre de 2012

CONFUSIÓN


Me siento confundido. Mi yo corredor se halla en una posición indeterminada, inconsistente. Alterno sensaciones de euforia y confianza con otras de cautela y temor. Quizá esté atravesando el inevitable período de transición que se vive tras una lesión. Siendo honesto, no lo sé, nunca antes había tenido una pesadilla tan larga.


La semana pasada volví a las andadas. A las buenas, me refiero. El martes decidí volver a experimentar el sufrimiento de un entrenamiento.  Con la impagable compañía de Antonio volví a reencontrarme con las series. Y a toparme con la crudeza. La realidad. Nos dirigimos a la mágica cuesta de Gomérez , ante la majestuosa e insinuante presencia de la Alhambra. Cuestas. Buenas sensaciones en general, potencia pero exenta de fondo y kilómetros. Sufrimiento y agonía pero en dosis adecuadas.

El miércoles, mountain bike. Tocaba estrenar mi nueva burra, aunque visto lo visto mejor hubiera sido optar por hacerlo solo. Me acompañó Dolph, esa criatura engendrada en el infierno. Soy un auténtico y monumental paquete a lomos de una bicicleta de montaña. El Llano de la Perdiz fue testigo de mi colosal torpeza y falta de destreza y confianza necesarias para practicar esta disciplina deportiva. Las comparaciones son odiosas, pero si Dolph es un hábil jinete a lomos de un pura sangre, yo soy un torpe y cobarde mulero. Los descensos por veredas y trialeras están a años luz de mi precaria destreza. ¿Me merezco realmente esta magnífica bicicleta?
Mi Cube Reaction GTC Race 29''


El viernes disputé la X Carrera Nocturna Ciudad de Atarfe. 8.600 metros para volver a tomar contacto con la experiencia de competir. Sufrir, apretar dientes, contener el vómito… Luchar. 33 minutos que me supieron a gloria. ¡Qué misterio! El cuerpo debe de tener memoria, porque los kms caían siempre por debajo 4’/km, si bien en alguna rampa que otra el 4’20’’/km era impepinable. Los dos últimos kms fueron una auténtica hemorragia de dolor y sufrimiento. Qué cojones le eché, sí señor. Sin entrenar apenas, hice un minuto más que hace dos años en la misma carrera. Aún no puedo entenderlo. Y mi rodilla derecha, ni mú. Mi hermana debutaba en una carrera en Granada y en apenas unos meses que lleva corriendo hizo la nada desdeñable marca de 42'. Si sigue así, pronto estaremos disputando codo a codo el primer puesto deportivo de la familia.

Minutos antes de la X Carrera Nocturna de Atarfe.

Ayer, embriagado de euforia y autoestima, nos lanzamos a hacer la ruta que solemos llamar “La Ruta de los Miradores”. Barranco del Abogado, cuestas Gomérez y Chapiz, miradores, Albayzín… ¿Qué puedo yo aportar que no esté ya implícito en esos nombres? Para colmo, uno de nuestros acompañantes –el amigo Onio- , queriendo dejar claro que está fuerte y que quiere candela, nos exige desde el principio. Como soy testarudo y orgulloso por naturaleza, había que entrar al trapo. Y entramos, claro. Subimos como fieras y nos vaciamos, literalmente. Por la noche, dolor en la rodilla. Hostia directa. “Straight to the face”.

Mañana tengo una oferta que no sé si podré rechazar. Txomin -¡que acaba de hacer 37 minutos en un diezmil!- me ofrece acompañarle para hacer un puñado de miles antes de su participación en la Media Maratón de Granada, prueba que me perderé con todo el dolor de mi alma. La pierna responde mejor a ritmos altos, ¿pero debo hacerlos? ¿Me voy otra vez a intentar domar mi burra? Esta inestabilidad física y emocional me está volviendo loco.

lunes, 8 de octubre de 2012

Volver


      Día 7 de mi recién inaugurada vida. Más luces que sombras, quizá, pero persiste la inquietud, qué duda cabe. He vuelto a sentirme vivo por momentos, al tiempo que he vuelto a experimentar la crudeza y la ingratitud de este deporte. Si lo abandonas un tiempo, te la devuelve doblada. Ignorarlo es provocar una venganza aguda en forma de mil y un dolores pequeños, y algunos no tanto. Contabilizo 4 salidas desde que la luz al final del túnel empezó a surgir. Tres de 10 kms y la última, ayer mismo, de 13. Y sí, me pasé, es mucha tela tras tanta inactividad.

       La más feliz, la más plena y satisfactoria fue sin duda la primera, hace hoy justo una semana. Empecé a trotar sin pretensiones, tratando de reestructurar mi biomecánica, adaptándola a las nuevas plantillas. Fue raro, como correr con tacones. Imposible talonear, sobre todo con el alza que llevo en la derecha. Troté sonriente hasta que me crucé con un conocido. No, no dejé de sonreir por su presencia, pero me olvidé por completo de mi estado. Corrimos juntos, charlando animadamente, hasta someter mi caja a un castigo excesivo. Correr a 4 pelaos tras estar parado un tiempo no es lo más adecuado. Bajé el ritmo y me acomodé. Fui feliz.

       Para tener una idea certera de cómo corrí el segundo día, sólo hay que imaginarse a un Airgam Boy de 185 centímetros. Rígido, rígido. Imposible agacharme y tocar las puntas de los pies. El ritmo y las sensaciones, para olvidar. Eso sí, sin dolor en la cintilla.

      Para imaginarse el tercer día, vuelvan a imaginarse esta vez a un Madelman, pero en esta ocasión acompañado de Dolph Lundgren, o si lo prefieren, de un comandante de la SS rubio, alto y cuadrado. Stronger than ever. No es que el bicho me infligiese ningún castigo; el rodaje fue amistoso, pero sencillamente yo no estoy ni para hacer bulto. La adaptación a las plantillas será un proceso arduo.

      El cuarto, ayer mismo. “Rodaje depurativo”, que es un eufemismo para esconder lo que realmente pensaba: “corre, cabrón, quema las cervezas, vinos y ginebras de anoche”. Increíblemente, -misterios de este deporte- iba bien de motor, pero una vez más las piernas duras y exentas de flexibilidad. Con molestias, pero con la ventaja indudable de ir solo, hice el recorrido que siempre hago cuando viajo a mi pueblo. Son 13 kms y punto. Hay uno más corto de 10, pero eso son mariconadas. Yo no me pringo en mi pueblo para hacer el camino de domingueros de chándals relucientes y marujas armadas de revólveres. 13 kms con cuestecillas que no matan, pero que te dan una buena hostia cuando no estás en forma.  A falta de 2 kms, arrastrándome pero contento, percibo pasos vigorosos detrás. Viene un tipo espigado con impecable equipación Mizuno azul; me recompongo, me estiro, subo las caderas, braceo con palmas abiertas a lo Bolt. El tío ya me ha sacado 100 metros. Le veo las piernas super-definidas y depiladas. Iría a 3’50’’ y cómodo. Lo que otrora hubiese sido un pique en toda regla acabó conmigo retrepado en un banco de la vía verde, estirando vilmente, disimulando mi impotencia y conteniendo un conato de vómito. Seguí mi caminito, acompañado de una levísima insinuación de dolor. ¡Alarma!

           Me abandonó la confianza y el último km lo hice caminando, silbando alegremente la puñetera canción de Paulina Rubio, que vergonzosamente había bailado y vociferado en la boda de la noche anterior.

  Boys will be boys. They want to play around; you shot me with your love gun, I’m falling to the ground…”

martes, 2 de octubre de 2012

Sshh...No me despierten




  Por favor, déjenme seguir durmiendo. No me molesten. Quiero seguir entre estas suaves y mullidas sábanas mucho tiempo más, tanto que ni siquiera pueda imaginar un despertar. Pero mientras este dulce sueño me embriaga, déjenme contarles un secreto:

    Ayer corrí casi 11 kms. ¡Sí! Sin molestia, sin dolor, sin miedo. Sólo corrí, corrí y corrí. Recorrí zancada a zancada casi once mil metros sin un solo atisbo de inquietud. Lancé una pierna tras otra, aterrizando cada una con decisión y fuerza. Por momentos lo hice muy rápido, y aunque mi ajado corazón me pedía clemencia, mi alma me pedía más, más kms, más tiempo, más placer. Traté de evocar qué se siente rodando a 4'/km y lo conseguí. Aún lo recuerdo. La amnesia no ha podido conmigo. Nunca lo hará.

          Déjenme contarles también que hace dos días empecé con apenas 20 minutos y que con todo el pesar que pude sentir en mi esencia, y a pesar de no experimentar dolor, invoqué a la prudencia y volví caminando a mi casa. De repente, los acordes melancólicos de este recién iniciado otoño se convirtieron en poderosos y agresivos riffs de guitarras. Rock and Roll. 

          Sueño que empiezo desde el principio. Que la ilusión me invade. Que no me importan carreras, marcas ni objetivos. Que este inmenso dolor muscular sólo significa que estoy vivo. Que me machaco progresivamente. Que lucho conmigo. Que poco a poco me reencuentro. Que este oscuro pasadizo ya no me pertenece. Que todo será una mala pesadilla. Que no tengo miedo a recaer.

        Por favor, no me despierten.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

CONSECUENCIAS


       No ando muy fino últimamente. Eso es una obviedad, pero es algo más, percibo como si caminara sobre un fango altamente resbaladizo, donde mantener el equilibrio es bastante complicado.  Supongo que debido a la incertidumbre que todas las esperas conlleva, vivo en un desasosiego que transforman mis días en simples hojas de calendario; hojas arrancadas y sepultadas en lo más recóndito del ostracismo. Percibo que los límites están poco definidos, menosprecio las consecuencias de las cosas y soy bastante incapaz de aceptar y conformarme con lo me depara la vida.

      Me estoy metiendo en una perorata existencialista, quizá metafísica, lo sé, aunque no es tal. Es la simple consecuencia de no saber encontrar palabras para definir esta inconsistencia espiritual que últimamente experimento.  He empezado septiembre con mal pie , en muchos aspectos. En cuanto a mi lesión, estoy aplicando la técnica de la evitación: intento olvidarme de que está ahí, de que persiste. O tal vez no, quizá ya esté curado y tengo tanto miedo a comprobarlo que prefiero seguir con mi rutina de mi visita al centro de fisioterapia, de no agobiarme con entrenamientos que ya debería estar haciendo y con las peripecias y andanzas de mis compañeros de fatiga. Como sustitutivo –que no sucedáneo ya- he descubierto el MTB, como ya os dije. Sí, me gusta, disfruto. Ya tengo en mi poder mis flamantes plantillas de polipropileno y carbono, junto con mi exhaustivo informe llevado a cabo en Ergonomía Solei –que por cierto, recomiendo encarecidamente. Un par de trozos de plasticucho negro, fino y enclenque que no puedo dejar de mirar para intentar explicarme cómo coño cuestan tanto.

La mala bestia
    Soy ateo, escéptico y por naturaleza, bastante pesimista. Eso ya lo sabía desde que tengo uso de razón, pero no paro de dar vueltas últimamente a la teoría del karma y a la filosofía oriental, en general. Últimamente parece que la retribución de mis actos quiere decirme algo. He decidido cambiar de mountain bike. Lo he decidido tras hacer cábalas económicas, sopesar pros y contras y hacer cientos de comparativas, para al final concluir que merecerá la pena, que la disfrutaré y la usaré. Este deporte puede ser precioso, enormente sugestivo, por momentos sobrecogedor debido al paisaje que vas dejando atrás, y duro, que es lo que a mí me gusta.
En el Pico del Corzo, Sierra de Huétor. Sobrecogedor. Minutos antes de la gran hostia.


    Hoy Txomin y yo nos hemos metido otra ruta. Viene como un tiro el amigo aguileño, fino, definido, fuerte. Se ha machacado concienzudamente y está claro y meto la mano en el fuego a que este año se va a salir en las carreras. Me ha reventado con la bicicleta, una vez más. No le huelo el polvo a la mala bestia. No tengo excusas. No vale el que no haya corrido en todo el verano y que sólo haya hecho bici un par de días a la semana. He bebido, he fumado y mi gen competitivo está oculto en alguna parte, si es que aún lo tengo. Ya no temo al sufrimiento que me espera cuando pueda volver a los entrenos para poder verle el cogote a éste o a Antonio “Dolph Lundgren”. Sé que están no uno, sino muchos puntos por encima de mí. Estas bestias han progresado porque hacen lo correcto con determinación: se machacan, tienen ilusión y una genética privilegiada. Siento envidia cochina de ellos, pero ya no me produce ansiedad: me alegro mucho por ellos y casi me siento ahora como si fuera algún tipo de asesor, o mánager, especialmente de Dolph, a quien orgullosamente digo que introduje en el running.

He aquí el pepino, aunque no se aprecie.
En fin, que hoy me he metido un hostiazo de cojones con la bici. Ayer otra. Ayer tracé mal una curva, puse pie a tierra, el pedal tropezó con mi gemelo derecho y di una voltereta digna de acróbata. Aterricé con el hombro derecho y una biela de la bicicleta impactó en mi casco. Más aparatosa que grave. Hoy aún no sé qué he hecho mal. Según Txomin, he frenado en exceso con el trasero en una bajada por pista forestal, con gravilla suelta. El caso es que barrido con mi pierna derecha varios metros de suelo. Sí, la derecha. La que me iba a masajear de nuevo mi fisioterapeuta dentro de dos días. Tengo un bulto tremendo en la nalga derecha, justo por debajo de la cadera, aparte de desolladuras varias. Esta tarde iba a encargar mi nueva burra, de 29 pulgadas,  tras haber ido ayer a la tienda a informarme de precios y condiciones.
Mi maltrecha pierna derecha.



¿Qué dicen ustedes? ¿Es mi karma? ¿Me compro la nueva bici? ¿Pruebo a ver si ya puedo correr? ¿Sigo bebiendo gin -tonics y fumando? ¿Me apunto a algún club esotérico? ¿Me quedo en mi casa encerrado un tiempo?
Y por último, ¿alquien me compra la bici que se ve en las imágenes?  La dejo muy barata y a pesar de las dos caídas, está nueva.

martes, 4 de septiembre de 2012

TRISTEZA


      Yo también estoy triste. Lo admito. Qué carajo, no van a ser sólo los niñatos ricos los que tengan la potestad de quejarse en público. Yo también quiero un aumento de sueldo, y que no me quiten pagas de Navidad. Lo que pasa es que unos cuantos cientos de euros más no podrían devolverme lo que me falta. Correr. Y es que a día de hoy, ya en septiembre, han pasado muchos meses, demasiados, sin dar un paso. En 17 años corriendo –empecé en agosto de 1995- no he estado sin correr más de 4 ó 5 días seguidos. Cuando he estado en el extranjero, me he llevado las zapatillas. Cuando he estado en un barco de vacaciones metido una semana, he corrido en la cinta del gimnasio. He corrido en todos y cada uno de los destinos de trabajo que he tenido, algunos de apenas días, pero en mi maleta siempre estaban las zapatillas.


      Así están las cosas: hace dos semanas estuve haciendo senderismo –suave- y en apenas una hora empecé a notar la característica molestia en la cara externa de mi rodilla. Un rato más tarde, la molestia se convirtió en dolor y además se extendió al tendón rotuliano. Un calvario hasta llegar al coche. Urgencias. Ecografía. Nada. Fui a mi sesión semanal de fisioterapia. El pobre está casi más desesperado que yo. Está desconcertado. Me “prohíbe” todo lo que conlleve impacto, incluido caminar demasiado tiempo. Me anima a que me realice un estudio biomecánico completo y unas buenas plantillas. Ya está hecho. Un magnífico y exhaustivo estudio de la pisada, estático, andando y corriendo. Efectivamente, se suman bastantes irregularidades biomecánicas en mi deficiente técnica de carrera: taloneo en exceso, mis tibias están arqueadas, tengo una dismetría de 1 cm en mi maltrecha pierna diestra, apenas uso el primer metatarsiano en el apoyo y despegue. Vamos, que apoyo con el exterior, con lo que la fricción en la cara externa es evidente.  Tengo que corregirlo. Plantillas super-mega-ultra tecnológicas, diseñadas por ingenieros deportivos, ligeras, personalizadas… 250 napos.  Aún las estoy esperando. 

        Tras indagar en muchos foros de atletas lesionados, mantengo contacto con dos corredores que han sufrido la misma lesión que yo. Sí, que han sufrido, o sea, que la han pasado. Uno en 6 meses. Otro en casi dos años. Alentador…

         He asistido a 3 bodas este verano. Aún me falta una. Ni que decir tiene que yo en estos eventos me comporto como si no hubiera un mañana. Me castigo al máximo. Si estuviese entrenando, con alguna prueba en mente, quizá me abstendría de abusar del líquido destilado y de la nicotina, pero estando así, ni de coña. Catarsis activa.

       Algo positivo es, sin duda, mi enganche definitivo a la mountain bike. De hecho, estoy barruntando cambiar mi discreta Scott por algo mejor. De hecho, he comprado revistas, he visitado foros, comparativas, tiendas, y todo para nada, porque no estamos muy boyantes que digamos.  Salgo unas dos veces por semana –algunas 3- , completando rutas de hasta 85kms. Nada de paseos. Puertos y subidas criminales y -¡por fin!-, disfruto en las bajadas llenas de trialeras, regateras, baches, raíces y troncos atravesados en el camino. Es bonito. Hasta me he hecho con un maillot y culotte profesional para no dar tanto el cante de "globero".


       Este es el estado de las cosas. Miro adelante y una neblina densa me impide ver con claridad. Me toco la pierna y me pregunto si ya estaré curado. No quiero ni probarlo. Aguardaré a la próxima sesión de fisioterapia y mis flamantes plantillas nuevas. Y seguiré triste.

viernes, 3 de agosto de 2012

Inicios II - Consolidación.


        1996-2001.  Cou. Selectividad. Universidad. Los buenos viejos tiempos. Tiempos intensos, llenos de colores, olores, emociones. Época de interminables partidos de fútbol sala, curdas antológicas. Música a raudales. Conciertos, cerveza. Consumo compulsivo de cds –aunque todavía ponía mis maltrechos cassettes, perfectamente decorados y etiquetados con las portadas de los álbumes, con el line-up de la banda en cuestión, año de publicación, etc -.  Guns ‘n’ Roses, Metallica, Ozzy, Anthrax, Nirvana, Soundgarden, Pearl Jam, Alice in Chains, Helloween, Megadeth, W.A.S.P., Mötley Crüe, Skid Row, Iron Maiden van dejando paso a un nuevo panorama musical, el gothic metal, el thrash-death, el grindcore, el black metal de Dimmu Borgir. Paradise Lost, Anathema, End of Green, Crematory, Therion, In Flames, Dark Tranquillity empiezan a sonar a todas horas, intercalados con raras inmersiones del pop de Garbage, los industriales Nine Inch Nails o Ministry, Strapping Young Lad… Podría nombrar miles de bandas, cientos de revistas especializadas y una ávida búsqueda de grupos desconocidos. Todas ellas conformarían una juventud donde ya por entonces una actividad rutinaria había pasado a ser sagrada: correr.

    Correr después de un partido de fútbol sala; correr un sábado antes de irme de juerga; correr un domingo por la mañana para purgar la borrachera de la noche anterior; correr antes de estudiar; correr después de estudiar; correr de lunes a domingo; correr siempre.

Puente de Hierro. 2 kms más y marcha atrás.
      Entonces correr era muy fácil. Iba al pueblo de al lado,  y volvía. O iba al otro pueblo de al lado por otro tortuoso camino y volvía. Una hora era todo lo que necesitaba para equilibrar mi vida. Nada de gadgets tecnológicos ni material técnico específico. Las zapatillas seguían siendo las de oferta, que jamás superaban las 4.000 pesetas de entonces, y podían durarme perfectamente dos años. No las lavaba nunca, los pantalones de fútbol sala y la camiseta de algodón aguantaban 2 ó 3 salidas (se quedaban de pie solitas las camisetas). Todo muy sencillo. No me interesaban las carreras –creo que hasta desconocía que existieran-, las revistas de corredores, los que me adelantaban perfectamente pertrechados con colores vivaces y gráciles zancadas. Ni siquiera me planteaba correr durante más tiempo, a ver qué se sentía. Una hora era todo lo que necesitaba.
La Vía Verde. Monótona y llana.


         Estás obsesionado, Pareces un enfermo, ¿Qué necesidad tienes? Pareces Forrest Gump, ¡Te vas a poner malo!  son algunas de las perlas que me proferían familiares y amigos. Por los caminos que solía correr, que hoy son una vía verde, vereda actual de viandantes con y sin perros, ciclistas barrigudos,  grupos de 5 ó más señoras con generosas posaderas celulíticas, niñatos destartalados pavoneándose con los porros en las manos y sus rosarios al cuello, escuchando el infame y nauseabundo reggaeton en sus iPhones,  amén de otros deportistas de cierta dignidad, antes no circulaba ni cristo. Sólo recuerdo una figura que surcaba los caminos paralelos entre olivares con un ritmo endiablado y concienzudo: el 3 orejas. Me inquietaba y me fascinaba su terca obcecación por correr, su mirada concentrada al suelo, con sus gafas empañadas. Apenas me lanzaba una mirada de soslayo y seguía raudo a lo suyo. ¡Cómo corre ese cabrón! -me decía.  Sobre todo porque el 3 orejas había estado gordo. No es que entonces pareciese un atleta consolidado, ni mucho menos, su vestimenta era similar a la mía: cutre, y su fisonomía era más bien poco ortodoxa.  Pero maldito el día en que yo iba conduciendo por el puente de la carretera que pasa por encima de nuestro camino y lo veía, una y otra vez, corriendo. No faltaba un solo día a su cita. Entonces yo volvía de cualquiera que fuese mi menester, y lo primero que hacía era calzarme las viejas Nike y lanzarme a correr, a ver si todavía estaba por ahí el 3 orejas.

    Creo que esa persona, a la que llevo sin ver más de 10 años, me insufló aún más perseverancia a la hora de correr, y me demostró que no había horarios, ni climatología, ni coyunturas adversas para echarte al camino a correr.

jueves, 2 de agosto de 2012

VERANO DE DOLOR


       Cuando pase el tiempo –que espero que no sea más de 2 meses-, este período estival será recordado por mí como el verano del dolor. El dolor puede adoptar muchas formas, tanto física como psicológica, pero a mí me ha sobrevenido una especie de híbrido psico-física que está consumiendo mis días lenta y angustiosamente. Cuando vuelva a correr, inevitablemente voy a tener miedo. Tendré miedo de no ser ni la sombra de lo que he sido. Recorreré mentalmente todas las etapas de esta dichosa lesión, recordaré a los muchos ineptos que me han tratado, los intentos infructuosos de algunos esforzados por recuperar mi cara externa derecha de la pierna, los mil y un tests de prueba con sus correspondientes sensaciones negativas , rememoraré las panzadas de horas que estoy pasando sentado en mi bicicleta…

       No olvidaré las torturas a las que me están sometiendo los fisios.  Hasta ahora sé al 100% que desconocía el umbral de mi dolor, mi nivel de tolerancia al puro y duro dolor físico. Los dedos y puños que se clavan en mi muslo como cuchillos en mantequilla, que oscilan de arriba y abajo, que hacen vibrar mis tendones hasta el límite de la rotura. Aprieto dientes, agarro firmemente la camilla, sudo, hundo los ojos hasta creer perderlos. Contengo el grito con onomatopeyas ahogadas. Hasta lloro. Puro ciriax.

       Pero sobre todo recordaré el dolor que me produce ser perfectamente consciente de mi autocomplacencia, de la actitud distante y contemplativa que estoy adoptando ante la impotencia de no poder correr. Ya no me fijo metas. Ya no tengo objetivos. No sé cuál será mi próxima carrera. En agosto empiezo normalmente mi proceso de automotivación, es el mes en el que planifico mis ilusiones, mis carreras, el mes cuando corro con la camiseta empapada de sudor hecha un gurruño en mi mano. Me parece una eternidad el tiempo que llevo sin sentir mi droga. Casi ni recuerdo su placer. Sin ella, todo simplemente se viene abajo, se desbarata, pierde su sentido. Necesito apartarme de todos estos sucedáneos y conseguir de una vez por todas un subidón con la droga perfecta.                    Without you everything just falls apart...
                                                                        NINE INCH NAILS - The perfect drug

jueves, 19 de julio de 2012

Distintos temas: mismo placer


       Que correr es una actividad placentera para los que lo practicamos es una obviedad. Huelga decir que tras un buen entrenamiento la sensación de satisfacción, relajación y lucidez mental se incrementa y por tanto, estamos de mejor humor. Pero ¿y si además le añadimos unos ingredientes a este manjar?  Si combinamos deporte y ocio –ya sea buena lectura, cine o cualquier otra actividad- sentiremos que ambas facetas se retroalimentan y nos generará una gran sensación de plenitud.  En mi caso –y en el de miles de personas-, endorfinas y letras me aportan un placer muy necesario.


      Tras esta perorata, aclararé que hoy no voy a hablar de correr, porque sigo lesionado. Ni de mi progresión ciclista, porque ya empiezo a aburrir. Voy a hablar de dos lecturas que me han tenido absorto por varios días, dos libros que poco o nada tiene que ver pero que sin embargo, me han aportado un nivel similar de regocijo. Todos sabemos que hay libros y libros. Hay libros que se leen y desde las primeras páginas ya intuyes que no pasarán a tu historia lectora personal; hay algunos que te disuaden de seguir leyendo; hay algunos que se dejan leer y en general aportan entretenimiento, pero puedes dejarlo en cualquier momento ante cualquier nimiedad o excusa; hay otros que, sencillamente, se quedan pegados a tus manos y no quieren soltarse, no te dejan concentrarte en el almuerzo y ni te permiten plantearte encender la televisión. Éstos dos que hoy presento pertenecen por derecho a esta última categoría.

En EN LA BOCA DEL LOBO, el periodista de Los Angeles Times William C. Rempel me ha subyugado al 100%. Utilizando la típica expresión al respecto, se diría que lo he devorado. Se trata de un trabajo de más de 8 años de investigación y entrevistas telefónicas con Jorge Salcedo, ex-miembro del cártel de Cali, y de cómo consiguió derrotar al mismo. Una historia real que te exprime, te deja sin aliento y deja cualquier thriller ficticio condenado al ostracismo. Esto es suspense, esto es negro, muy negro.  Colombia, finales de los 80 y mediados de los 90. Narcotráfico. Pablo Escobar. Los hermanos Rodríguez Orejuela. La DEA. La CIA. Asesinatos, sicarios, coacciones, chantajes, droga, corrupción. El terror cotidiano de cualquier colombiano en Medellín, Bogotá o Cali. Historia, al fin y al cabo. Un ingeniero y antiguo reservista del ejército colombiano entra a trabajar como jefe de seguridad  del cártel de Cali, máximo rival del  enemigo público número 1 Pablo Escobar, señor del terror y dueño de todo en la Colombia corrupta de aquella época. Puedes entrar, pero ¿puedes salir?

      Incluso si el propio tema en sí no te seduce, lee este libro. Es una historia contada con un nivel de documentación y de detalles abrumador, con un ritmo narrativo vertiginoso y lo mejor, que ocurrió hace apenas 20 años y que, al menos a mí, me ha cambiado la percepción de una sociedad que va más allá de la corrupción. Si un libro te hace consultar el Google Maps para ver ubicaciones reales de la historia, si te hace rastrear Youtube en busca de vídeos y documentales relativos a los cárteles de Medellín y Cali, si te hace aprenderte la vida de sus protagonistas y si te convence de que a corto plazo viajarás al lugar de los hechos, es que te ha enganchado.

En EL ENREDO DE LA BOLSA Y LA VIDA, vamos a encontrar una historia más amable, pero no exenta de mordaz sátira social. Yo me parto con Eduardo Mendoza. Me río a carcajadas. Por momentos me sorprendo dejando el libro sobre mi regazo, descojonado a viva voz. ¿Esperpento, picaresca, surrealismo? Una genial mezcla de todo y mucho más. Con un protagonista de sobras conocido para los que hayáis leído anteriores obras de Mendoza, aquí tenemos el tan manido tema de la crisis, pero sin la grandilocuencia con la que nos la cuentan los medios. El humor se puede construir de muchas formas, y lamentablemente en la mayoría de ocasiones no está exento de lenguaje soez y  temas groseros. Aquí no es necesario nada de eso. Eduardo Mendoza construye la narración con lenguaje sublime, con un tono elevado deliberadamente cómico y unos adjectivos precisos.

 El resultado es grotescamente divertido. Y es necesario, necesitamos estas historias, estos personajes surrealistas, estos análisis ingenuos de las situaciones. Necesitamos reírnos. En fin, vosotros mismos, pero una historia de misterio y terrorismo internacional donde los personajes son un puñado de pelagatos esperpénticos como el Pollo Morgan -una estatua viviente-, o el Juli - un africano albino-, una acordeonista callejera ex-militante de las juventudes stalinistas, o una adolescente llamada Quesito, no te va a dejar indiferente.
                En fin, que a falta de quemar zapatillas, seguimos quemando ruedas y pasando páginas, que no es poco ante este sopor estival impregnado de agitación e indignación social.

miércoles, 11 de julio de 2012

19 minutos vs 60 kms


Correr debe de ser el deporte más ingrato que existe. Siempre lo pensé y ahora lo atestiguo de primera mano. 19 minutos es el tiempo que ha tardado en insinuarse la molestia en la cara externa de mi rodilla derecha mientras trataba de correr 5 miserables kms; 60 kms de media es la distancia que he estado recorriendo en bicicleta los últimos días. En una semana he acumulado 5 salidas en mtb, más la de ayer. Mis recorridos se alejan del paseo placentero; por el contrario, busco cuestas y arduos recorridos. El resultado empieza a obviarse: cada vez pedaleo con más soltura, mi cadencia se ha incrementado alegremente e inconscientemente he dejado de sentirme y verme como un dominguero –globero en jerga ciclista-. Digamos que empieza a defenderme.


         Las piernas, eso sí, comienzan a tornarse elefantíacas –como diría el magistral Ignatius Reilly en La Conjura de los Necios-. Las siento pesadas, lentas, hinchadas. Afirmaba sobre la ingratitud de correr porque hoy lo he odiado con todas mis fuerzas. Como me dice mi compañero José Antonio, somos animales de costumbres, y debe de ser eso lo que me ha transmitido hoy pereza, tedio y hastío cuando he empezado a trotar. Mi enésima prueba para verificar que sigo bien jodido. Tras cada despegue de una pierna, el otro aterrizaje tardaba una eternidad en efectuarse, cayendo pesada sobre la tierra compacta de la infame base aérea. Una respiración ajada y constantes carraspeos han formado una melodía digna de jubilado bronquítico haciendo jogging. No llevo pulsómetro desde hace un tiempo, cosa que he agradecido, porque los parámetros cardiacos habrían sido preocupantes. Tras 4 minutos de carrera he constatado algo de forma inconsciente: la sensación de lentitud al correr tras estar acostumbrándose a la bicicleta. Habituado a cubrir los kms en 2 minutos, de repente compruebas que el paisaje se torna inexorablemente lento. Corro lento, torpe, sin estilo, amedrentado mirando el reloj continuamente, esperando el fatídico minuto en que el dolor se manifieste.  Sorprendentemente, marcho a 4’30’’. He mirado hacia adelante, justo hasta el punto donde pensaba darme la vuelta y emprender el recorrido a la inversa, y me ha parecido una larga carretera del desierto de Arizona.

    Somos animales de costumbres, y temo. Temo a que mi voluntad, forjada con el paso de los años en una convicción inquebrantable, se vulnere de un día para otro. Temo a que deje de gustarme correr, a que me acomode en la autocomplacencia. Más de 3 horas de media estoy invirtiendo en cada salida de MTB para alcanzar un efecto que conseguiría con algo más de una hora corriendo, pero estoy en esa coyuntura,  no me queda otra. Sólo quiero seguir corriendo. Seguir amando correr.

jueves, 5 de julio de 2012

¿...A que me engancho?

Lo que dejas atrás.

¿Me estaré enganchando a la bicicleta? ¿Estaré olvidando definitivamente el running? Lo cierto es en que esta actual etapa en la que me encuentro noto que he progresado bastante: ya puedo ver a gente corriendo y no siento dolor ni conmiseración por mí mismo. Contemplo sus llamativos atuendos y sus chirriantes zapatillas con bastante indiferencia. Es cierto que estoy viendo gente corriendo, no corredores; éstos últimos parecen haberse ocultado en verano. O eso o que quizá yo no quiera verlos.
Mi nueva amiga forzosa.


He encandenado unas cuantas salidas de MTB y tengo que admitir que me gusta. Con matices, claro: no me voy a lugares imposibles que hacen dudar a las cabras para inmediatamente después lanzarme hacia abajo como un kamikaze, haciendo saltos, evitando rocas imprevistas y deslizándome por cerradas cornisas que dan a barrancos… No, nada de eso me pone. No me gusta jugarme el tipo haciendo deporte. No de esa manera. No puedo ni pensar en la posibilidad de partirme una pierna con la bicicleta. Lo mío, como ya saben, es sufrir. Y cuando me pongo a ello, soy el mejor. Sufrir, sufrir. Necesito una tarde entera, es verdad. Me da una pereza horrible ponerme a pertrecharme con los útiles necesarios para la bike: guantes, casco, zapatillas con calas, comprobar inflado, llenar camelback, engrasar cadena…; pero una vez me subo a ella y acomodo mi maltrecho trasero al sillín, ya no hay marcha atrás. Larga y sinuosa es la carretera, pero siempre quiero más. Si existe en el mapa, si hay trazado, se puede hacer – me digo.
He estado haciendo rutas combinadas en cuanto al terreno: he ido por parajes naturales y pistas forestales, pero he estado practicando también por auténticos puertos de montaña de asfalto, y así lo atestiguaban cientos de ciclistas con los que me crucé. Estoy aprendiendo a entender la orografía y el paisaje granadino, con sus múltiples posibilidades que nos ofrece a los deportistas. Uno mentalmente trazados que he hecho corriendo con los que ahora realizo con la mtb. Vuelvo a afirmar que para cualquier tipo de deportista, Granada es un paraíso, porque ofrece infinitas rutas montañeras para trail running, así como carreteras comarcales con poco tráfico, perfectas para la bicicleta. Casi todas, además, nos obsequian con una fresquísima fuente natural en el camino.
La terrible y sinuosa carretera del Purche.

Subo, subo, subo… Aprieto, sudo océanos,  los cuádriceps a punto de colapsarse, necesito más agua… el camelback está casi vacío y el líquido está ya caliente. Tras una curva cerrada crees que llega el descanso, pero no,  te encuentras con otra aún más empinada. Juega con los piñones, no bajes del segundo plato…
¿En qué te has convertido?

El caso es que termino extenuado. Incluso peso menos que nunca. Al día siguiente me siento cansado pero no me duele nada, todos los músculos están en su sitio y con buen tono; además el torso también se tonifica bastante. ¿Estaré empezando irremediablemente un idilio con la bicicleta? ¿Tendré que ir pensando en adquirir una bici de carretera y todos sus complementos? ¿Será irreversible este proceso y mi devoción por el running se desvanecerá?