lunes, 19 de noviembre de 2012

Tartán: Infierno y Cielo


     Empiezo a sentirme vivo como hacía ya mucho tiempo. Otra vez se han amplificado mis sentidos, las sensaciones son más vívidas y los colores – a pesar de este gris lánguido que nos invade- se han intensificado.  De nuevo he recuperado un rumbo que parecía abocado a la inevitable colisión. Me he sacudido el soporífero letargo que me invadía y me he echado a la calle a vivir. A ser yo.
Sé que las molestias no han desaparecido al 100%. Sé que debo ser prudente y no hacer cafradas que me condenen de nuevo a la lesión, y que no estoy tan en forma como debería a estas alturas de año: noviembre es mi mes por excelencia. Invariablemente, todos los años alcanzo mi pico de forma óptimo a finales de noviembre. Sé que me he perdido carreras de todo tipo, que me voy a perder otras tantas, que el dorsal tendrá que esperar, junto con toda esa amalgama de sensaciones que transmite colocarse bajo el arco de salida, esperando el pistoletazo. Seré perseverante y mantendré firme mis dos propósitos por ahora: no competir y no correr por montaña.


       ¡Pero he recuperado tanto! En apenas un mes he vuelto a introducirme en la espiral vital que sólo se siente cuando uno está entrenando duro. Casi sin proponérnoslo, hemos vuelto a crear una ilusión colectiva en torno a un grupo con una motivación exultante.  Ahora soy yo y mis compañeros de fatigas.  Ya planificamos, debatimos de entrenamientos y zapatillas, de ritmos, de futuras pruebas, ya soñamos.
 He oído a gente decir que machacarse sin ningún objetivo a la vista es absurdo, que basta con trotar para mantener el tono aeróbico. Yo no concibo eso. Yo necesito sentir el veneno circulando por mis piernas, sentir el pecho vacío y la euforia danzando a tu alrededor tras un duro entreno. Es casi inexplicable, pero me atrevería a decir que el entrenamiento que más me gusta es el de series. Cuando uno se levanta a las 6 de la mañana sabiendo que ese día va a hacer series con sus compañeros, todo adquiere un sentido y una relevancia especial. El día está especialmente moldeado y adaptado para tu hora y media de tortura, desde tu jornada laboral hasta tu alimentación, pasando por tus relaciones personales. Todo es trivial, porque ese día vas a hacer series.  Una sesión de pista tiene tres fases:

a) PREVIO: conduces con Soilwork a buen volumen, juegas con los pedales del coche como si tocases el doble bombo, rascas el volante simulando un punteo imposible… Vas motivado. Aparcas, bajas del coche, recoges tu mochila, miras la pista. Sus potentes focos intensifican el rojo del tartán. Empiezas a caminar hacia ella, adentrándote en el recinto. De repente, no te apetece correr, no quieres sufrir, te flojean las piernas… Todo ello se hace más intenso cuando te vas despojando de la ropa mientras intercambias soflamas e impresiones de resignación con tus compañeros, del tipo: “Bueno, venga, coño, a por ellas… Cabeza, cabeza, ¡y un par de huevos! Las series se hacen con cabeza y cojones”; “No tengo ganas de correr hoy… me duele todo, tengo ardor…” . Indudablemente,  es una fase dominada por el MIEDO.

b) TORTURA Y DISCIPLINA: Tras un trote lento y torpe que te hace ser consciente de que te duelen 
todos los músculos y vas mascullando “es imposible que en un rato me ponga a 3’40’’, un último trago de agua, ajuste de cronos y te ves en la calle número 1, con tus compañeros mirando fijamente sus muñecas. Una vez das la primera zancada, todo se acabó. La realidad pierde su sentido y otra dimensión te da la bienvenida. Ya estás dentro.  Son 3x2000 esta vez, 5 vueltas cada uno. Pasas el 400 en 1’27’’ y haces tus cábalas. Sólo está tu dolor y el de tus compañeros. En el segundo 2000 la zozobra te nubla y en la tercera vuelta te quieres rendir, pero no sabes de dónde sacas lo necesario para acabar. Cuando te resta una última repetición ya  empiezas a sentirte satisfecho. Sólo entonces tienes la certeza de que acabarás.

c) RECOMPENSA: La recompensa no llega cuando terminas. No. Llega cuando tienes las agallas de empezar la última serie, cuando sepultas tu ardor, tu debilidad de piernas y tu inseguridad. Todo queda atrás y sacas el demonio que llevas dentro para darlo todo. Aprietas los puños, abres la boca para recibir todo el aire que puedas, aunque no sabes si te entra. Caen los 400, los 800, los 1200, los 1600 metros… y en el último 400 te tiras a tumba abierta hacia un éxtasis que no estás dispuesto a dejar pasar. Lo buscas y lo logras. Llegas sin resuello, te agachas, amagas con vomitar…
Vuelves a casa con Soilwork de nuevo. Suena mejor que nunca. Me gustan más que nunca. El sonido te parece mejor producido que nunca. Mientras abandonas el recinto deportivo, echas una última mirada de soslayo por el retrovisor a la roja pista… El infierno y el cielo en una superficie de asfalto, caucho y plástico.

        Con un entrenamiento duro –ya sean series, intervals, ritmos controlados, tiradas largas, etc- no entrenas tu forma física: entrenas la disciplina, el valor, la tolerancia al dolor, el esfuerzo para lograr una recompensa, entrenas para la vida.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

PAPEO RUNNING





Por iniciativa del maratoniano canario Gonzalo Quintana en su blog www.sosakurunner.blogspot.com , y aunque sea un tema bastante manido ya, he decidido hablar de comer, porque sencillamente no correríamos si no comiéramos. ¿Comemos bien los corredores populares? ¿Comemos mucho? ¿Nos obsesiona la alimentación? ¿Disfrutamos comiendo? Bien, estos y otros interrogantes son fáciles de responder desde lo que yo, como corredor y observador de otros, he podido corroborar. Empíricamente, pero extraído de una muestra de pocos runners , el resultado muestra a las claras que:

  1. Nos encanta comer.
  2. No nos obsesiona el tipo de alimentos a ingerir.
  3. Nos encanta la cerveza y su correspondiente tapa.
  4. No decimos que no a las bebidas destiladas (eso sí, esporádicamente... hummm).
  5. Algunos fuman.

Bien, hablemos en primera persona del singular. Yo concibo la alimentación como un placer. Parto de esa premisa y por supuesto trato de adaptarla a mis períodos de entrenamiento y a la tiranía digital de la báscula. Procuro cuidarme, moverme dentro de unos parámetros razonables; compenso los excesos y procuro comer de todo.
Analizando todo lo anterior, podría hacer un resumen-modelo de mi patrón alimenticio en un período “normal” con ciertas variantes en tiempos de competición y entrenamiento razonablemente intenso:

DESAYUNO: Café cortado; tostada con mucho aceite de oliva. Fruta. Como variante, tostada con Nutella o miel; galletas. Tortitas de avena y arroz a media mañana. Suelo tomar 2-3 cafés al día.

ALMUERZO: Imprescindiblemente incluyo pasta, arroz, legumbres, verduras a tutiplén,yogur, fruta, pescado y muy poca carne. Soy poco de carne, y además sólo magra. Pan, mucho pan, me chifla el pan. Todo combinado y repartido sensatamente a lo largo de la semana. En día de series, pasta o arroz a mediodía.

MERIENDA: No suelo merendar como tal. Me limito a tomar algo de fruta o zumo natural. Miel.

CENA: Proteínas tras entrenamiento exigente: tortilla de atún, carne a la plancha. Verdura: brócoli, guisantes salteados. Embutido. Bocatas (pertenezco a la cultura del bocata para cenar) .Frutos secos. Siempre queso de cualquier tipo. Soy capaz de comer fruta y queso al mismo tiempo. ¿Os he dicho que me gusta el queso? Fruta o yogur.


ALIMENTOS ESPECÍFICOS PRE-COMPETITIVOS y SUPLEMENTOS:

  • Copos de avena tipo porridge con miel: un pelotazo de energía antes de las carreras (y un potente laxante, cuidado).
  • Levadura de cerveza en escamas.
  • Multivitamínicos.
  • Jalea Real.
  • Recuperador mezcla de carbohidratos, aminoácidos y proteínas.
  • Geles energéticos (competición o tirada larga) e Isotónicos.

Pero como todo en la vida del corredor no puede ser ideal, y mi alimentación está lejos de parecerse a un modelo espartano, he aquí algunos de mis vicios, a los que, dicho sea de paso, no pienso renunciar dado el inmenso placer que me producen:

-Patatas fritas, saladitos rellenos, aperitivos salados de cualquier tipo ( Triskis, Kaskis y todo lo que acabe en “kis”).
-Embutidos (lomo, salchichón, chorizo...)
  • Cerveza y vino (aunque no creo en absoluto que sea negativo)
  • Seagram's con tónica.Algún Lucky Strike que otro.


En fin, resulta obvio que consumo el carburante que necesita cualquier corredor más o menos competitivo para soportar la carga de entrenamientos y competición, al mismo tiempo que sobran algunos excesos que posiblemente -y sólo posiblemente- perjudiquen mi estado de forma. Como podéis observar, tengo la inmensa suerte de que no me gusten los dulces, pasteles, bollería y demás marranadas dulces. Soy un tipo salado, nada empalagoso.
De todo esto, puede extraerse una máxima: Si algo funciona, ¿para qué cambiarlo?

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Perspectivas (MM Granada 2012)


No es lo mismo. Ni de lejos. Debuté en la distancia de los 21kms 97metros en el año 2007. En realidad, fue mi tercera “carrera”. Antes me había puesto un dorsal en dos ocasiones de la inigualable San Antón, carrera bandera de mi tierra. Era una época en la que aún corría con la indumentaria de fútbol sala, con las zapatillas que tuviese en ese momento, que como dije en alguna ocasión, nunca superaban los 30 euros.  Para aquella media ya me introduje en el inevitable fetichismo que conlleva el mundillo del running. Estrené unas Adidas Supernova Cushion 6, pantalón y camiseta decentes. Aquello me pareció una experiencia maravillosa. No entendía de ritmos, de marcas. La hice para terminar y disfrutar. Y vaya que si disfruté. Estuve una semana pensando que ya me podía morir, que había corrido 21 kms y pico sin parar. El ambiente, la incertidumbre previa y la llegada al arco de meta quedarán para siempre en mi memoria.
3000 almas invadiendo Granada

Desde entonces, he corrido todas las ediciones de la Media Maratón de Granada, con suerte muy dispar. Todas, salvo ésta, la de 2012. Por razones obvias derivadas de mi lesión y de mi actual estado de forma, decliné inscribirme en una prueba que siempre, absolutamente siempre, es dura, traicionera y bella. Bellísima. Por ello decidí probar la experiencia de acudir con mi paraguas a cubrir la llegada de mis amigos a meta. Acudí al estadio donde está ubicada la meta con antelación –puntualidad, puntualidad-, y vi llegar al primer clasificado en 1h11’. Y al segundo, un minuto después. Y al tercero, al cuarto, al quinto… Así estuve, tratando de reconocerlos, preguntándome si aquel cuerpo tan poco ortodoxo que entró en 1h23’ era aquel tipo de mi pueblo, antiguo portero de fútbol sala, orondo, cervecero y dicharachero. ¿Sería él? Más tarde, atónito, corroboré mis sospechas: era él. ¡Q      ué cabrón! En fin, uno tras otro entraban, levantaban las manos, otros acababan frustrados… Vi a mi compañero Txomin entrar triunfal con 1h 25’, haciendo su mejor marca, a pesar de que él quería más. Ese es el camino, me gusta esa ambición. Así estuve una media hora, hasta que no pude soportarlo más.

La grada no es mi sitio. Yo tenía que estar allí abajo, pateando el tartán, sufriendo en esos últimos doscientos metros. ¿Qué hago yo aquí? Sentía una extraña indigestión, sequedad de boca y en general, una angustia incontrolable. Bajé hasta los avituallamientos, a saludar a los héroes, a charlar de la batalla. Y comprendí. Los vi excitados, nerviosos, moviéndose y hablando a viva voz sin parar, bebiendo sus merecidas cervezas –yo también me bebía la mía, claramente inmerecida-. Estaban eufóricos. Gritaban. Hasta los más frustrados por sus marcas parecían fuera de sí. Estaban endorfinados. Olí el sudor, mezclado con ungüentos variados, olí el olor de la fiesta del corredor popular. Entendí todo. Como observador externo, pude empatizar con los que suelen vernos desde fuera cuando corremos. Es otro universo. Es otra cosa.

De todo esto saqué dos claras conclusiones:
1 – Diferencié claramente dos carreras: la de los 10 primeros y la del resto. Desangelada la entrada de los primeros, sin apenas emoción  ni alegría, quizá motivado por la “mediocridad” de sus marcas. Apenas exhibieron felicidad, euforia o satisfacción alguna. Los otros reían, lloraban, levantaban los brazos, gritaban eufóricos, se abrazaban, saboreaban su gesta, su esfuerzo, valoraban esos míseros segundos que habían arañado al crono. El running popular.
2- Mucho me temo que será mi última media maratón como espectador. O corro o me quedo en la cama.