martes, 26 de junio de 2012

ZAPATILLAS

My new babe

               He aquí una nueva inquilina en mi familia atlética: otro par de Adidas Supernova Glide 4. Vienen blanquitas, relucientes, preciosas, elegantes. Como véis, no puedo dejar de pensar en correr, a pesar de los pesares. Y no, esta vez no voy a lamentarme y a quejarme de lo jodidamente mal que progresa mi lesión. ¡Ups!, ya lo hice. El caso es que hace unos días, cuando encargué las zapatillas, me dio uno de esos vuelcos de conciencia que suelen atacar a las mujeres cuando compran a Inditex más trapos de los que necesitan. “¿Otras más? ¿Las necesitas, son necesarias? ¿No será que eres un friki fetichista compulsivo? “ –me pregunté mientras aguardaba que estuviesen en mis manos. Me cuesta explicar mi devoción por las zapatillas de correr. Yo, que corrí durante más de 10 años con las primeras bambas que estuviesen de oferta en la tienda. Ni pronación, ni supinación, ni amortiguación neutra, ni transpiración adecuada, ni upper, comodidad, ligereza, transición, EVA, Adiprene, Gel, Wave… ni leches. Las más baratas y si tenían el logotipo de Nike, pues más chulas. No sé la barbaridad de kms podría hacerle a aquellos pares de zapatillas.

                Pero un buen día empecé a indagar, a investigar, a interesarme realmente por todo este mundo zapatilleril, y llegados a este punto afirmo sin modestia y al mismo tiempo sin vanidad que entiendo de zapatillas más que la mayoría de encargados de tiendas de deportes, incluso especializadas. Entiendo su morfología, sus diseños, su marketing… y me encantan. He tenido zapatillas con control de pronación al principio; después descubrí que las neutras me iban realmente mejor. He tenido pares de casi todas las marcas existentes en el mercado.  Hace un par de años me atreví con las primeras mixtas (Unas Asics Ds Trainer que incluso han hecho un maratón este año) para entrenos de calidad; esta temporada me hice con una maravilla llamada Adidas Adizero Aegis 2, destinada exclusivamente para mis carreras. Tengo tres pares de trail-running, unas casi intactas aún, la Saucony Progrid Xodus 2.0.  He probado casi de todo y ni que decir tiene que el 95% de las que he calzado han venido desde el otro lado del Atlántico al principio, cuando nuestro país no imponía desagradables tasas de aduana. ¡Cómo echo de menos Runningwarehouse y sus precios!. Después el destino de procedencia pasó a UK, de donde vienen casi todas mis adquisiciones.  El precio marca la diferencia, sin duda, así como su seriedad para tramitar pedidos y devoluciones. 

La familia actual, al completo. Faltan las recién defenestradas Asics Ds Trainer 15.

          Estas últimas provienen de tienda física, una que ha tenido la brillante idea de hacer promociones de 2x1,  así que sólo se trataba de buscar compañeros interesados en “adoptar un nuevo par”.  No me diréis que 65 euros no es un precio competitivo para esta zapa. Como decía, me divierte comprar zapatillas, buscarlas, rastrear la mejor oferta, contrastar colores, echar un ojo a otra página just in case. Y cuando me da el calentón supremo presiono PROCEED TO CHECKOUT y ya no hay marcha atrás. Es más, me entretiene sobremanera buscar zapatillas a otros amigos que aún desconfían de las cibercompras. Sin ir más lejos, mi hermana acaba de estrenar unas Saucony Triumph 8 por menos de 60 euros, aunque no es ella precisamente ejemplo de temor a las compras por Internet. Good purchase?
       En fin, que estas blanquitas han venido para esperar, han de tener paciencia y aguardar su momento. Se sentirán raras entre tantas guerreras, curtidas ya la mayoría. Todas tienen que aguardar a que de una vez pueda calzarlas, ensuciarlas, reventarlas y así todos seremos más felices.

martes, 19 de junio de 2012

Miscelánea gris oscura


         Empiezo a perder paulatinamente mi identidad. Definitivamente, no me encuentro. No me reconozco, no siento las sensaciones habituales. Estoy perdiendo la batalla y soy perfectamente consciente de ello.  Siento esta desdicha como una maldición, lo cual manifiesta muy claramente que soy demasiado dependiente del deporte, esto es, del correr. Ya estoy harto de escuchar tópicos y mensajes tranquilizadores del tipo “paciencia, hay cosas peores”, o “ya vendrán otras carreras”. El asunto trasciende cualquier carrera, necesito correr para vivir.  Soy impaciente por naturaleza, nervioso, maniático… y necesito mi dosis diaria de zancadas para conseguir el equilibrio en todas las demás facetas. Podréis pensar que soy un enfermo, y no os lo reprocharía. Podéis pensar que no tengo otros hobbies, y no es cierto, sólo que sin correr no los disfruto igual. Las obligaciones y quehaceres diarios me coartan, y por tanto no me permiten disponer del tiempo necesario para hacer un buen rodaje en bicicleta.

          Hace unos días pude realizar una buena sesión de mtb. Claro, para disfrutar plenamente de este cacharro tienes que irte a la montaña, buscar pistas con buenas cuestas y entornos sugestivos. Lo encontré, he de admitirlo. Fue gratificante, pero mientras mi compañero Txomin me decía continuamente “esto tiene su punto, coño”, yo no paraba de repetirme a mí mismo “qué ruta, qué caminos, qué parajes para recorrerlos corriendo…”.  No es lo mismo.

Ayer hice mi prueba previa a la segunda sesión de EPI. Desastrosa. 8 infernales kms, parando a partir del cuarto cada 3 ó 4 minutos, con dolor. Un calvario. Hoy hemos descubierto que también que tengo el tendón del bíceps femoral bastante perjudicado, esto es, podría ser también tendinitis. ¿Sabéis dónde termina dicho tendón? Cierto, en la cabeza del fémur, el mismo lugar donde se inserta la cintilla iliotibial. Genial. Pasan los días y el inevitable “atocinamiento” está teniendo lugar, haciendo palpable una extraña sensación de letargo, de adormecimiento, que junto al calor estival están convirtiendo junio en un mes para olvidar.  

        Mientras tanto, sobrevivimos con la lectura y algunas series y documentales. Stalingrado, de Antony Beevor, me está recordando que los soldados de la Werhmacht lo pasaron en el frente bastante peor que yo, y me reconcilia con mi devoción sobre la II Guerra Mundial; The Death of Yugoslavia, un excelente documental del BBC sobre la guerra de los Balcanes me ha ayudado a comprender un poco mejor una guerra de por sí bastante complicada de asimilar, y me ha mostrado que entre Radovan Karadzic y Ratko Mladic por un lado, y Hitler, Himmler y cia, por otro, no existen muchas diferencias.
 SATORI, la novela que Don Winslow está escribiendo por encargo me está mostrando claramente que no todos los escritores son capaces de tocar todos los géneros, y que está claro dónde se sienten más o menos a gusto. No es lo mejor de Winslow, ni de lejos. Me flipó El invierno de Frankie Machine, Salvajes y sobre todo, El Poder del Perro, donde el tipo se muestra como pez en el agua rodeado de narcotraficantes mexicanos, agentes de la DEA, yonkis y mafiosos sin escrúpulos, aderezando todo esto con buenas dosis de sexo explícito y violencia sin límites. Esta novela es un thriller de espionaje entretenida, pero poco más. A ver cómo lo hace Di Caprio en su adaptación al cine. Me he obligado a apartar momentáneamente –por razones obvias – el Correr o Morir, de Kilian Jornet, porque sencillamente no me apetece leer hazañas ultrafondistas mientras me tomo una cerveza o me fumo un cigarrillo. La paradoja que hay en mí.  Y por último, The Killing y Juego de Tronos, ambas en versión original, of course, me están deleitando, especialmente la segunda.





...Que julio traiga vientos de cambio...

martes, 12 de junio de 2012

ABSTINENCIA. Paso 1: Formatearse.


         
    
          He empezado mi formateo.  Mis disco duro ha comenzado a vaciarse lentamente. Es un proceso lento.  Van borrándose mis unidades de rutina deportiva.  A la hora del almuerzo ya no me sorprendo a mí mismo pensando en la hora y en el tipo de entrenamiento de la tarde. Ahora pienso en los partidos de la Eurocopa que van a televisar, que por cierto, me ayudan a pasar la tarde haciendo que no me acuerde demasiado de correr. Procuro sin suerte no visitar demasiado la blogosfera corredora, así como no rastrear tanto el mercado británico de material deportivo. Son intentos infructuosos, pero al menos están en marcha. Me estoy absteniendo de ver vídeos motivantes de gente como Kilian Jornet o Dean Karnazes.  También cruzo los dedos para que ningún amigo runner me llame para comentarme sus últimas hazañas atléticas, sus carreras, sus proyectos, sus tiempos en series o entrenos en montaña.  También en vano. Ganas me dan de colgarles el teléfono. Es un proceso lento y duro.


                La abstinencia acaba de empezar . Acabo de tener mi primera sesión de EPI del tratamiento de mi lesión. Doloroso. Desagradable. Somatizo todo mi dolor en un único pensamiento: esto te curará.  Tampoco he podido evitar echar un vistazo a los datos del Garmin de esta temporada. La conclusión es que la probabilidad de no lesionarme era ínfima, a pesar de todos los cuidados –masajes, alimentación, semanas de super compensación – que me he proferido. He entrenado mucho y duro y he competido más. Y todo ello a buen nivel, consagrando hasta ahora mis mejores marcas en todas las distancias. Me vanagloriaré un poco: 1h 22’ en ½ maratón; 37’ en 10K; 3h09’ en maratón, si bien esta última sigue siendo una espina clavada, una mancha en mi expediente. Pienso superarlo. Además, muchos y buenos entrenamientos en montaña.


                Pero como digo, eso es pasado, estoy borrando de mi mente todo lo logrado y todo lo que querría correr hasta agosto, que no era poco. Coqueteo con la llamada y comúnmente aceptada “buena vida”, y me topo de nuevo con mi eterna paradoja personal. Compruebo que soy un extremista, pero que resido en ambos polos. Pedaleo de vez en cuando y no me llena casi nada. Me lleva más de 3 horas y pareciera que mis endorfinas me hayan abandonado.  Si miro hacia el futuro inmediato, como incentivos a corto plazo sólo aparecen cenas de fin de curso, inauguraciones festivas y disponer de más tiempo para la lectura y la guitarra.  Actividades de “killing time”, que serían aún más completas si las complementara con 5 buenas dosis de running semanales.  Trataré de mantener el formateo en proceso mientras dure mi recuperación, pero igual presiono ESC.

lunes, 4 de junio de 2012

I SURRENDER


      

        Me rindo. Cedo. Sucumbo. Tiro la toalla. Asumo de una vez que estoy lesionado.  Dejaré de engañarme a partir de hoy mismo y me olvidaré de hacer castillos en el aire. Adiós a las carreras de montaña de junio, adiós a los entrenamientos en altura, adiós a las series,… adiós a la subida al Veleta. Drástico y triste, pero cierto. Llevo muchos años corriendo y las lesiones casi me han pasado de largo. Era como si lesionarse no formase parte de mí, eso era para otros corredores. Apenas una fascitis muy leve, una periostitis y una ligera rotura de femoral forman parte de mi expediente lesivo como runner,  amén de las obvias contracturas, sobrecargas y agujetas correspondientes. Estoy lesionado.


       Ahora por fin el dolor de mi rodilla tiene nombre y parece que también tratamiento: la rodilla del corredor –no podía ser más explícito el nombre-, o síndrome de la cintilla ileotibial. Tres meses. Más de 90 días sin respuesta, tras el paso por dos traumatólogos ineptos, con sendas ecografías y resonancias. Reposo, hielo y antiinflamatorios… y no correr. Creo que un traumatólogo que no tenga mucha afinidad deportiva tiene una máxima en sus consultas: “si a usted le duele al correr, deje de correr”. ¡Toma ya!  
       Los síntomas y la descripción de la lesión no pueden ser más evidentes: dolor de la parte externa de la rodilla en zancadas cortas, al flexionar la rodilla unos 30 grados, y especialmente en terrenos inestables, con desniveles importantes -¡ay, mi adorada montaña!. La inserción de la cintilla ileotibial fricciona con la parte externa del fémur y consecuentemente se inflama.  El problema es que tras tres meses hay riesgos de cronicidad, y es que, siendo serios, no he parado demasiado.  Un tratamiento consistente en unas cuantas sesiones de EPIs  (electrolisis percutánea intratisular) parece que erradicará esta maldita molestia para siempre. Eso y parar un mes más o menos. Tendré que acudir a libros de autoayuda, filosofía zen, yoga… o liarme a fumar canutos para olvidarme de que no puedo correr, para superar mi abstinencia, que preveo será dura. ¡La vida díscola estival me amenaza de nuevo! No habrá bicicletas ni piscinas que puedan saciar mi hambre de kilómetros.


                Y es que alguien me ha mirado mal estos últimos días. Ayer no pude ir a la carrera de las Fuerzas Armadas. Quien me conoce sabe que para llegar a esos extremos la cosa no fue baladí. Llevo desde el jueves con un gripazo, junto con unos síntomas que bien parecen alergia (nunca la sufrí hasta ahora), con la rodilla más débil que nunca –cosa que se ha manifestado hoy tras trotar 10 miserables kms, teniendo que parar cada 3 minutos-.  En fin, triste, pero cierto.

Correr, amigos, corred mientras podáis.

                                                            Triste, pero cierto

viernes, 1 de junio de 2012

The Call of the Wild


             No, no voy a tratar a estas alturas de Jack London. Tampoco me ha dado aún por visitar las inhóspitas tierras del Yukon  y entregarme a la madre naturaleza, y mira que Thoreau me marcó en su día.  Sin embargo, no puedo evitar contemplar el horizonte. Ahí está, inevitablemente. Voy conduciendo y se asoma a mi retrovisor. Mientras estoy trabajando ahí sigue, rodeándome, visible desde todas las ventanas. Me asomo a la terraza  de mi casa y giro inevitablemente la cabeza a la izquierda. Ahí está. Ahí están. Los picos, las montañas, los bosques, los prados, los valles, …incluso la nieve. No puedo ignorar su magnetismo. Me tengo que echar al monte.

Majestuoso Trevenque. 

                 No puedo ya ver gozo alguno en ponerme las zapatillas y rodar una hora por la ciudad o sus alrededores,  por las caminos tan transitados en estas fechas debido a la llamada de “los meses milagros”. Es curioso cómo los caminos que llevo todo el año pateando se convierten en una carrera de obstáculos humanos y caninos. Es insondable para mí cómo una persona puede descuidar 10 meses su cuerpo y pretender transformarlo en 2. Invaden la calzada, dispuestos en grupo.  Me contemplan impávidos, tras sus gafas de sol fashion, mientras me acerco de frente a ellos. No desvían la trayectoria de su pitbull o rottweiler correspondiente. Se contonean y me desafían a menos de 10 metros, y finalmente no tengo más remedio que seguir de costado, haciendo virguerías para no estamparme con la farola de la margen izquierda.  A continuación se aproximan ciclistas enanos suicidas. Son niños, el orgullo de papá ciclista, que está apostado en su Orbea de 1000 euros, sonriendo orgullosamente al ver cómo sus retoños zigzaguean y evitan caerse una y otra vez, mientras yo, tensionado, procuro prever sus próximos temerarios movimientos. 

         Tengo que ir al monte. Miles de seres vivos viendo juntos en soledad me abruman y me echan de aquí, donde he estado exprimiéndome en invierno, lloviendo, con frío, barro… solo.  A menos de 1 km para llegar a casa miro hacia arriba y allí está. Se siente traicionada, me mira despechada. L a Sierra se ríe de mí y parece recordarme todo lo que me estoy perdiendo por estar aquí abajo.

En el corazón del Cerro Huenes.

Hace un par de días el impulso fue irrefrenable. Caí de nuevo. Desafié a mi rodilla y a todas las voces de la lógica que retumbaban en mi mente. Me entregué a ella. Pequé. Le ofrecí todo lo que pude, disfruté con ella,  y al final me castigó duramente, recordándome que lo nuestro aún tiene que esperar.  Me repitió que estará ahí, impetérrita ante los cambios, esperándome. Sabe que volveré lo antes posible. Ya no concibo correr sin la naturaleza.

… Pero entre todos mis defectos, el peor es sin duda mi cabezonería. Ignoraré el dolor por última vez, olvidaré este tremendo resfriado, y este domingo acudiré a la carrera de las Fuerzas Armadas. El lunes me volveré a poner en manos profesionales (esta vez espero que sí) y ahora ya estoy dispuesto a aceptar lo que me ordenen. Incluso el reposo.