miércoles, 11 de julio de 2012

19 minutos vs 60 kms


Correr debe de ser el deporte más ingrato que existe. Siempre lo pensé y ahora lo atestiguo de primera mano. 19 minutos es el tiempo que ha tardado en insinuarse la molestia en la cara externa de mi rodilla derecha mientras trataba de correr 5 miserables kms; 60 kms de media es la distancia que he estado recorriendo en bicicleta los últimos días. En una semana he acumulado 5 salidas en mtb, más la de ayer. Mis recorridos se alejan del paseo placentero; por el contrario, busco cuestas y arduos recorridos. El resultado empieza a obviarse: cada vez pedaleo con más soltura, mi cadencia se ha incrementado alegremente e inconscientemente he dejado de sentirme y verme como un dominguero –globero en jerga ciclista-. Digamos que empieza a defenderme.


         Las piernas, eso sí, comienzan a tornarse elefantíacas –como diría el magistral Ignatius Reilly en La Conjura de los Necios-. Las siento pesadas, lentas, hinchadas. Afirmaba sobre la ingratitud de correr porque hoy lo he odiado con todas mis fuerzas. Como me dice mi compañero José Antonio, somos animales de costumbres, y debe de ser eso lo que me ha transmitido hoy pereza, tedio y hastío cuando he empezado a trotar. Mi enésima prueba para verificar que sigo bien jodido. Tras cada despegue de una pierna, el otro aterrizaje tardaba una eternidad en efectuarse, cayendo pesada sobre la tierra compacta de la infame base aérea. Una respiración ajada y constantes carraspeos han formado una melodía digna de jubilado bronquítico haciendo jogging. No llevo pulsómetro desde hace un tiempo, cosa que he agradecido, porque los parámetros cardiacos habrían sido preocupantes. Tras 4 minutos de carrera he constatado algo de forma inconsciente: la sensación de lentitud al correr tras estar acostumbrándose a la bicicleta. Habituado a cubrir los kms en 2 minutos, de repente compruebas que el paisaje se torna inexorablemente lento. Corro lento, torpe, sin estilo, amedrentado mirando el reloj continuamente, esperando el fatídico minuto en que el dolor se manifieste.  Sorprendentemente, marcho a 4’30’’. He mirado hacia adelante, justo hasta el punto donde pensaba darme la vuelta y emprender el recorrido a la inversa, y me ha parecido una larga carretera del desierto de Arizona.

    Somos animales de costumbres, y temo. Temo a que mi voluntad, forjada con el paso de los años en una convicción inquebrantable, se vulnere de un día para otro. Temo a que deje de gustarme correr, a que me acomode en la autocomplacencia. Más de 3 horas de media estoy invirtiendo en cada salida de MTB para alcanzar un efecto que conseguiría con algo más de una hora corriendo, pero estoy en esa coyuntura,  no me queda otra. Sólo quiero seguir corriendo. Seguir amando correr.

4 comentarios:

  1. Tengo un compañero de trabajo que en Mayo hizo el Ironman de Lanzarote después de estar 9 meses preparándolo. Al acabar estuvo bastante tiempo sólo con la bici e hizo la quebrantahuesos. Sólo después comenzó a correr y me comentó que sus sensaciones fueron horribles. Tenía agujetas de un simple día que salió a correr. Pero ya lleva 4 o 5 salidas y ya empieza a hacer dosmiles y a encontrar las sensaciones correctas.

    ResponderEliminar
  2. Tal vez tan solo se atenúen tus filias y tus fobias.

    Comenzarás a disfrutar con el pedalillo, y no amarás cuasi enfermizamente la alpargata.

    Saludos!

    ResponderEliminar
  3. Esa sensación en las piernas es más psicológica que física porque el ciclismo, lejos de robustecer las piernas las afinan (fíjate en las piernas de los ciclistas), aunque se desarrollen grupos musculares distintos. Y es que siempre he pensado que correr y pedalear a alta intensidad no son tan compatibles como creemos, la prueba la tienes en cómo te sientes corriendo tras pedalear. Ahora bien, cuando vuelvas exclusivamente a las zapas todo volverá a su cauce con el tiempo porque, efectivamente, correr es muy ingrato y siempre es menor de edad. Yo que tú me daría aún mi tiempo antes de dar un paso.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  4. Difícil intentar animarte cuando la cruda realidad persiste. Por lo menos le estás encontrando ese puntillo a la bicicleta. Aprovechar el calor veraniego para seguir entrenando la bici no es mala opción, ya vendrán tiempos mejores.

    ResponderEliminar