Siempre solemos encontrar una excusa más o menos plausible a
modo de justificación cuando dejamos de hacer algo, o cuando lo hacemos peor, o
quizá cuando ya no nos gusta lo que hacemos.
¿Falta de tiempo, ilusión, clarividencia, inspiración…? ¿Sólo cansancio?
No me refiero a la actividad motor de mi existencia: correr sigue siendo y me
temo que será el último resorte al que agarrarme cuando mis dedos resbalen
invulnerablemente por el precipicio.
Correr siempre es sinónimo de libertad y paz mental y espiritual.
Parafraseando
el título de Murakami “De qué hablo
cuando hablo de correr” diré simple y llanamente que ya todo está dicho,
hablado, contado, explicado. Por mí y por cientos de miles de corredores-de los
de antes y de los de ahora. Esta entrada estaba destinada a tratar del
inevitable y descarrilado apogeo del running, pero al primer párrafo me remito:
¿falta de ganas? ¿Expresar lo ya expresado previamente? Todo ese cúmulo de sensaciones e ideas que
han morado en mi mente durante semanas simplemente se han disuelto, dando lugar
a una efervescencia mental totalmente vacua. Creo que no tengo nada que contar.
No es falta de ilusión o motivación por seguir desarrollando y viviendo esta
actividad: disfruto tanto corriendo en el monte que me emociona sólo evocarlo.
Así de tajante puedo manifestarlo. Es un estado contemplativo y pueril al mismo
tiempo, una antítesis perfecta que tiene cabida en mí cuando me echo a trotar
por los senderos. La máxima expresión la
alcanzo cuando estoy solo, cuando para vencer al letargo que los horarios y las
agendas pretenden inducirme me inoculo una dosis infalible de trail, con sus
ingredientes básicos: silencio, paz, naturaleza, deporte, viento, montaña.
Creo que es tan intensa esa sensación que no necesito contar
otros detalles accesorios. No me hace falta contar mis próximos retos, ni
detallar mis anteriores entrenamientos, ni informar de los estados de forma o lesiones
o argumentar sobre las prestaciones de los últimos gadgets tecnológicos aplicados
al correr. ¿Para qué escribir un diario de entrenamiento cuando he alcanzado el
Satori, la iluminación, la
comprensión última de la verdadera naturaleza de lo que amo?
Puede que sea la tendencia natural de las cosas. O que solamente
todo en esta sociedad esté ya tan degradado y asolado que sólo nos quede refugiarnos en lo auténtico, en la
verdad despojada de fútiles capas, de ritmos, de cifras, de tanto atrezzo y de
tantos actores mediocres y extras. Y
mientras seguimos actuando en tan dudoso teatro, el tiempo sigue siendo un
monstruo con el que es imposible razonar, y miramos al fin del camino sin
apreciar las piedras y los árboles.
A lo mejor es sólo cansancio y en la próxima vuelvo a hablar
de materiales técnicos y de épicas maratones alpinas.
Decir que estoy de acuerdo, sería decir poco. Poco más que añadir a tu espiritual entrada.
ResponderEliminarCorrer y escribir. Escribir y correr. Hay cuestiones que queremos compartir con los demás. No tiene que ser forzosamente nuestros entrenos, tiempos, lesiones o las zapatillas que hemos comprado. Entre el postureo y el compartir lo que te apetece con tus conocidos (o no) va un mundo. Aquí siempre encuentro cero de impostura y muchas verdades de tu realidad como CORREDOR, así en mayúsculas. Sigue compartiendo lo que te plazca con nosotros. Puedes hacerlo el domingo con sendero o cerveza de por medio pero yo prefiero no dejar de leerte.
ResponderEliminarUn abrazo.
En mi opinion, simplemente no tienes necesidad, ganas de comunicarte, compartir tus actividades, pues no lo hagas y disfruta, la vida es mas facil de lo que pensamos, nostros la complicamos.
ResponderEliminarSaludos,
Oliver