Somos animales de costumbres. Nos
adaptamos a los cambios, moldeamos nuestros hábitos y aceptamos con
mayor o menor gloria el devenir cotidiano. En el universo runner uno
puede estar en la cúspide de su modesta aspiración deportiva, esto
es, puede estar entrenando bien, teniendo buenas sensaciones,
buscando nuevos retos, ávido de nuevo material deportivo por
adquirir, puede investigar todas y cada unas de las muchas pruebas
que nutren el calendario para comprobar qué marca ha conseguido
fulano o mengano. Uno puede planificar las semanas, contar los
kilómetros o el desnivel positivo acumulado, puede mirar a un futuro
no muy lejano y verse ascendiendo cimas de otras latitudes....
... O puede acostumbrarse a una
lesión, asumir que no estás para trotes, borrarte de las carreras
venideras y salir a trotar con dificultades y molestias cuando
buenamente puedes y/o quieres. Y ahí está el quid de la cuestión.
¿Soy más feliz ahora o antes? ¿Me siento mal por no sentirme
competitivo? Indudablemente, estoy más tranquilo. Es un estado
contradictorio, pero perder la noción del entrenamiento superado y
la amenaza de un objetivo te relaja. Aceptas. Asumes.
Ahora ni tengo prisas por
averiguar la raíz de esta maldita y extraña lesión que hace que a
veces pueda correr con una leve molestia en el pie y otras me pare en
seco a los 10 minutos. No hay diagnóstico aún, ni el fisio ha
atinado precisamente. ¿Qué más da? El tiempo -supongo- devolverá
todo a la normalidad, las molestias desaparecerán igual que
vinieron. Sé que algo no marcha: lumbalgias imposibles, dolores de
isquios, sóleo a punto de explotar, planta del pie petrificada...
Pero esa certeza me tranquiliza.
Lo que todo esto me suscita es
una pregunta que lanzo al vacío: ¿Son necesarias las lesiones? No
hablo dentro de una temporada en concreto, sino de un espacio de
tiempo más amplio. No he tenido mi mejor año -ni de lejos-, ni en
volumen de entrenamiento ni en nivel competitivo, y sin embargo esta
inoportuna lesión (¿o quizá oportuna?) me está transportando a lo
esencial de todo: correr por correr, tranquilo, disfrutando, sin
dorsal, sin agonía.
Pero muy a mi pesar,a pesar de
este extraño estado de ensimismamiento y tranquilidad , una duda
terrible subyace: ¿Cuándo coño voy a estar bien de una vez?