Hemos vuelto, aunque a decir verdad no nos hemos ido. Nunca
nos fuimos, al menos atléticamente. Muy diversos asuntos me han tenido off-line
casi tres meses, incluyendo mudanza de por medio, y esa sí que es una carrera
dura de verdad. El caso es que en 90 días he entrenado, y mucho. Sigo sin
darles un ápice de credibilidad a aquéllos que justifican su falta de
entrenamiento o simple práctica de actividad física por escasez de tiempo. El
día puede alargarse mucho y basta con recortarle algunas horitas para hacer lo
que nos gusta. El deporte es la única religión que sigo, una amalgama cósmica
de sensaciones que conforman mi esencia y un dogma que abrazo sin remilgos ni
vacilación alguna.
He tenido que renunciar forzosamente a algunas horas de
sueño, de lectura y obviamente, de actualización de este blog, si bien también
he estado sin red más de un mes. ¿Y en qué he empleado tantas horas recortadas
al día? Pues desde aquel pasado 11 de mayo, cuando abandonaba en el 101km de
Ronda, he devorado cientos y cientos de kilómetros, en un 99% de trail. Hemos
hecho mil y una rutas por todos los vergeles que nos ofrece nuestro paisaje
granadino (Dílar, Alayos, Trevenque, Sierra Nevada, Cruz de la Atalaya y Silleta del Padul…). De entre todas las rutas, cabe destacar una que completamos hace unas semanas en dos jornadas: la primera partiendo desde la Ragua y concluyendo en el refugio del Postero Alto (casi 28kms); la segunda acabando en Güéjar Sierra, pasando por los Lavaderos de la Reina (casi 38 kms), haciendo una experiencia inolvidable. Desde aquí reitero mi agradecimiento al gran Beni, que con su sapiencia y predisposición, hizo posible esta marcha, así como la que acometimos desde Diezma en nuestra preparación para el 101. Competí el 23 de junio en el I Trail del Mamut de Padul, quedando en una
meritoria 18ª posición de la general, siendo a su vez 3º en la categoría de
Federado Provincial de Granada, así que hasta tuve que subirme al podio. Desde
que en COU me entregara una condecoración no sentía la misma sensación de
torpeza al andar, con una fingida sonrisa puesta en el rostro.
El grupo de entrenamiento ha seguido creciendo y en alguna
ocasión hemos superado la decena de corredores. A todos obviamente nos une el
trail. Qué poco he desgastado mis Triumph 9 o mis Supernova Glide 4, y cuánta
tralla le he metido a las Saucony Xodus 2.0 (R.I.P.), Brooks Cascadia 7 y a mi
flamante nueva adquisición: la Saucony Xodus 3.0 –la quintaesencia en zapatilla
de trail, la perfección absoluta para mis pies-. La ilusión ha seguido intacta, hemos
progresado –lo sé-, el entrenamiento en altura hace maravillas y ya hemos
fijado la vista en el horizonte: en septiembre vendrán carreras de montaña,
seguidas por las Medias Maratones de Octubre y Noviembre. El objetivo a medio
plazo es conseguir 1h20’ en media maratón y competir y disfrutar cuantas carreras
de montaña pueda. Así de sencillo. El asfalto ya no es lo mismo para mí. No me
motiva ni disfruto recorriendo largas carreteras. Prefiero perderme por los
montes, bajar veredas complicadas, subir rampas imposibles, cruzar ríos,
derrapar en algún balate, bañarnos como chiquillos en los ríos y lagunas.
Aun así, he adquirido la Saucony Progrid Ride 5 con vistas a
hacer series y entregar mi alma, como siempre hago, en los entrenos de
velocidad. Sí, Saucony definitivamente es mi marca, algún día haré una entrada
al respecto, pues tras probar prácticamente la totalidad de marcas del mercado,
definitivamente, ésta es la que más se adapta a mis necesidades. No en vano ya
he comprado 8 ó 9 pares de Saucony en mi trayecto como corredor.
También hemos hecho mountain bike, por supuesto, aunque
bastante menos. Y es que la cabra tira al monte. Y en esas seguimos, aquí metidos en esta
cavidad tórrida, silenciosa y quieta que es agosto, pensando en la ruta que
haremos el próximo día, dónde acabaremos bañándonos, dónde nos tomaremos las
fresquísimas y merecidas cervezas.
De hecho, nunca nos fuimos.